miércoles, 28 de mayo de 2008

La sociedad intangible

El debate sobre los derechos intelectuales en Internet es de una enorme complejidad. Resulta especialmente significativo que nuestro ordenamiento jurídico -y somos una sociedad positivista hasta el extremo- sea incapaz de ofrecer soluciones eficientes a la velocidad requerida. La controversia no es menor. Los creadores culturales esgrimen su derecho a la retribución. Sin embargo, Internet siempre ha sido un medio ambiguo a este respecto. La pretensión última de Vannevar Bush y Tim Berners-Lee era ayudar a la gente, acercar el conocimiento a la raza humana.

La irrupción de nuevos modelos de licencias (Creative Commons, Copyleft) está relacionada con el auge de la cultura libre. Estas formas de protección de la autoría son ajustables a los intereses de cada uno. Por otra parte, están surgiendo medios de comunicación (Público, 20 minutos, ADN) que apuestan decididamente por ellas.





Copyright, Creative Commons y Copyleft

Javier Cremades en su libro "Micropoder" abre una línea de análisis interesante. Afirma que "ahora, en la sociedad de la información, se transforman los recursos culturales en experiencias personales y entretenimientos de pago". Por lo tanto, el centro del capitalismo se habría trasladado de la compraventa de bienes materiales al intercambio de información.


Las teorías de Cremades abren varios caminos de reflexión. Yo voy a profundizar en el que sigue. En general, vivimos en los tiempos de lo intangible. Hoy, el dinero no es más que números en bases de datos que nada tienen que ver con la cantidad de moneda líquida disponible en la calle. Las sociedades herederas de las revoluciones industriales tocan ya a su fin. El ser humano ha logrado depositar su confianza en aquello que no puede ver ni palpar.


Ese cambio de paradigma es un gran salto hacia delante. O al menos, tiene las potencialidades para serlo. En un momento en que la crisis económica afecta a los negocios de índole tradicional -nada hay más físico y verificable que una casa-, muchas esperanzas están puestas en las sociedades de la información. Un cambio de estas características modificaría permanentemente las estructuras sociales. Las élites dejarían de ser económico-empresariales para convertirse en intelectuales. La posesión de los medios de producción ya no sería una cualidad distintiva pues Internet cubre cualquier necesidad de transmisión de la información; el elemento clave de ese nuevo mundo. Un mundo que sustituye al económico capitalista de la misma manera que este anteriormente se impuso a la más cerrada estratificación de la sociedad por nacimiento o linaje, en lo que fue un gran avance para la Humanidad.


Quizás esté ahí el problemas. Si se trata de una revolución tan profunda como parece, los mecanismos del capitalismo están totalmente obsoletos para interpretar y actuar en las nuevas sociedades de la información. La política entendida como democracia, los intercambios económicos, las relaciones sociales y la cultura deberán desarrollarse con arreglo a unas coordenadas que ahora mismo es imposible conocer. Lo que parece improbable es que, en esos gigantescos e incontrolables mundos, la pauta en lo que se refiere a propiedad intelectual vaya a estar marcada por el copyright. La cultura libre puede parecer utópica pero eso habrá que verlo en el largo plazo.

Se plantea una pregunta: ¿cómo actuar durante este tránsito? ¿Cuál es el punto de entendimiento entre los que reclaman una remuneración por su labor creativa y los que defienden el famoso lema hacker de que la información quiere ser libre?


La solución podría estar en el campo de la economía emocional. El reciente ejemplo de Radiohead es perfecto. Se trata de una de las bandas más reputadas del rock actual. Y sin embargo han decidido poner "In Rainbows", su último trabajo, a disposición del público. Gratis. No, mejor. A cambio del atávico precio de la voluntad. El mundo cambia y es probable que los músicos -todos los creadores- tengan que adecuarse a los nuevos tiempos potenciando sus apariciones en directo. De todos modos, es conocido que se ganan el pan con los conciertos y no con las grabaciones. El argumento de los derechos de autor es, en parte, falaz. Son los intermediarios los que más perderían ante esta nueva correlación de fuerzas y no los artistas. Los derechos de autor están sirviendo para enriquecer minorías directivas (e intermediarias) que poco o nada tienen que ver con la escena cultural.


In Rainbows: pionero de la cultura libre


Una última reflexión. Cualquiera que sea el desarrollo de las sociedades de la información, es evidente que los productores tienen que incluir implementos que actúen en favor del valor añadido de los bienes culturales. Los DRM van justamente en la dirección contraria. Se trata, otra vez, de llegar al seguidor constante con regalos, extras o ediciones especiales. Hay que sumar, no restar. La difusión cultural en Internet es una fuerza imparable. Recibimos decenas de miles de impactos visuales, sonoros, etc. Y esperar recibir réditos por cada uno de ellos es tan necio como imposible.

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